Relatos

Una de esas noches

Este texto data de 2012. Iba a ser parte de una iniciativa colectiva que al final no tuvo lugar: Textos escritos por diferentes personas que contasen lo que les había sucedido sucedido en el transcurso de una noche cualquiera. Este fue el mío: Es básicamente lo que fue, con la salvedad de los nombres cambiados y alguna pequeña licencia. Hay cosas que definitivamente el yo de ahora jamás habría escrito.

Era una de esas noches. Fuera llovía y el viento arreciaba, pese a que la primavera había irrumpido un par de semanas atrás descubriendo sus taimadas e irresistibles cartas. A eso había que sumar una resaca, no por controlada menos problemática y una situación financiera punto menos que irrisoria amén de en relación directa con el agravante anterior. Cuándo estaba a punto de encomendar mi noche a la lectura de un ajado volumen de poesía que me era del todo indiferente, el teléfono sonó y la voz de mi interlocutor, lejos de la más elementales normas de la buena educación, omitiendo toda forma de saludo, bramó:

– Tío, ¿donde estás? Estamos en la puerta y no te vemos.

La puerta. Nunca una descripción tan abúlica de un emplazamiento suscitó tal torrente de recuerdos: Había contraído un compromiso, sí, algo de eso recordaba, era un concierto. O una pinchada. O… Bueno, daba igual, fuera lo que fuese no me iba a gustar del todo porque la batuta del plan la detentaba en esa ocasión el sector más punkarra de mis colegas, unos tipos con los que, a decir verdad, no tenía demasiado en común más allá de estar en una situación vital similar, salir por los mismos sitios, beber la mis… Bueno, bien mirado, si que teníamos cosas en común.

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