Tibieza. Esa sería la palabra que mejor resume la acogida que obtuvo «Up The Rock», quinto esfuerzo en largo del combo sueco (si contamos su debut, el controvertido -y delicioso- «Honked!»): Acusaciones de estancamiento, de agotamiento de fórmula, de haberle dado un lavado de cara a su sonido (Espera, ¿pero eso no se contradice con la primera acusación?) menudearon en las reseñas que cosechó.
Tamaña animadversión a tan notable pieza -a la que no le sobra una sola canción- podría explicarse, quizás, por la coyuntura en que apareció: Estamos en la segunda mitad del primer decenio del siglo, y la gente parece haberse cansado de lo que el boom rockandrollero escandinavo, que tantas adhesiones generó, puede dar de sí; obras de The Hellacopters o Turbonegro que cualquier banda del ramo sería incapaz de firmar hoy día son acogidas con condescendencia, cuándo no cierta pereza; Al caso de nuestros protagonistas, además, hemos de sumar una cierta saturación de obras a su nombre aparecidas en el año y medio anterior al lanzamiento de la presente obra: La edición de «Black River Road», del split a medias con Jeff Dahl –«Atlantic Crossover»-, la aparición del recopilatorio «Bound To Ravage» e incluso el estreno en solitario de Sulo, su cantante, con el fabuloso «Rough Diamond», pudieron generar una imagen hegemónica que, unido a la causa anterior, hizo que el público recibiese su nuevo trabajo un tanto a la defensiva.
Es «Up The Rock», sin embargo, un redondo maravilloso. Así me lo pareció desde el momento de su salida. Resulta cuánto menos curioso que hubo quién les acusara de vivir aferrados a una fórmula, cuándo en éste disco parecen virar un tanto de las acostumbradas referencias a The Faces o los Rolling Stones setenteros en beneficio del boogie electrificado e hímnico del mejor glam rock británico, qué es la raíz de esos temas que algunos tomaron por una intentona de dulcificar su sonido, cuándo eran en realidad deliciosos himnos llenos de épica adolescente, de esos que Marc Bolan o Ian Hunter gustaban de cultivar en su cancionero. No faltaron, en definitiva, quiénes parecieron no darse por enterados del nombre del grupo, qué avisaba de buena parte de su corpus referencial, que terminó por materializarse en este disco.
Las teclas de The Duke Of Honk abren el corte inicial, «Generation Upstart», una orgía de teclas, coros, riffs á la T-Rex y un cierto espíritu bubblegum que da paso a una colección de himnos con madera de clásico: «We May Not Have Tomorrow (But We Still Have Tonight)», la vacilona «Down In The Alley Again», «Acting Singles», la absolutamente colosal «Turning a Shack Into a Chapel», «Closest I Ever Been To Memphis», «You Got Nothing On Me», coronada por un espídico solo de saxo, «Put Your Hands Together» o esa maravilla que recibe por título «Make It To The Shore» qué sabe a escapada nocturna, a encuentro a hurtadillas en la playa cuando ya ha caído el sol, a verano. Cortes de una frescura insultante, preñados de melodías deliciosas y coros de ascendente doo-woop, de riffs incontestables y estribillos hiperpegadizos, de omnipresentes teclados y deliciosos metales. Verdaderas bofetadas de positivismo, de las que te hacen renovar votos con la vida y ayudan a ver éste mundo, tan disfuncional a veces, con otra mirada.
Pero no queda la cosa ahí. A la vera de los hits incontestables, de las canciones para corear a voz en grito nos encontramos con una remesa de temas de regusto reposado, no exento de soul en ocasiones, qué terminan de redondear el balance del álbum: Ahí está esa delicia de corte acústico, «Where Are You Tonight?», el soul tabernario de «Come Easy, Come Slow» o ese baladón, todo contención, que es «If I Ever Fall In Love With You».
Nos encontramos, en suma, ante uno de esos discos condenados por una mayoría de sus seguidores por factores estrictamente extramusicales: Ya sean coyunturales, como los mentados más arriba, ya nostálgicos («… Tras la marcha de Stevie Klasson nada fue lo mismo») qué no deben distraernos de lo esencial, esto es: Qué nos encontramos ante un redondo de una categoría sobresaliente, al qué, repito, no le sobra ni una sola de sus canciones; Ante el que es, de hecho, su útimo trabajo verdaderamente imprescindible, el que coronó una verdadera racha de éxitos -artísticos, se entiende- para estos exquisitos valedores del rock de herencia british.
Dedico estas líneas a Matt » Magic » Gunnarson, saxofonista de la banda recientemente fallecido. Vaya por el.