1980, 80's, Discos, Especial Rolling Stones, Música, Rolling Stones

The Rolling Stones – "Emotional Rescue"

 Ardua condición la que le toca soportar a «Emotional Rescue»: Al hecho de ser considerada, casi por consenso, la primera obra stoniana menor (dentro de su canon de excelencia, claro), hemos de sumar que inaugura lo que será una década de los 80’s marcada por la escisión del liderazgo bicéfalo del grupo, con Ron Wood autoerigiéndose como mediador entre las partes enfrentadas. Por si fuera poco, incurrirían en un caso de plagio con todas las letras, del que se libraron por los pelos gracias a la excesiva candidez -o miedo- mostrada por parte del plagiado. Pero vayamos por partes.

 El elepé se nutre, fundamentalmente, de sueltos y descartes procedentes de las sesiones de «Some Girls», lo que ya nos da una idea de cómo estaban las cosas a nivel creativo en el seno de la banda. Viéndolo así, cómo una colección de outtakes, cómo un hermano menor de su obra anterior, claramente continuista en ciertos aspectos, tendremos una visión de juicio más acertada para analizar «Emotional Rescue» con ecuanimidad, sin esperar de él más que una buena colección de canciones.

 El album abría con «Dance (Pt.1)», un correcto número disco escrito a seis manos (esto es, Jagger, Richards y Wood) con la colaboración de Max Romeo, que, parece ser que siguiendo el esquema planteado en el anterior disco, ponía en la casilla de salida un tema de mimbres discotequeros. Sin embargo, carece por completo del savoir faire de «Miss You».  «Summer Romance», por eso de seguir con los paralelismos, no habría desentonado para nada en «Some Girls», a la vera de «Respectable» o «Shattered»: Un disparo de rock and roll inmediato, con esos riffs en clave cuasi punk que tan bien parecían dárseles a Richards y Wood.

 «Send It To Me» suponía una vuelta a las influencias reggae de la banda. No son pocos los que abjuran del poso jamaicano en el background del grupo, sin embargo soy de la opinión de que es un sonido con el que casi siempre, incluso tratándose de un perfil medio como en este caso, han obtenido buenos resultados.

 Vuelta al rock and roll, ésta vez en su versión contenida y vacilona en «Let Me Go», que da paso a «Indian Girl», delicioso corte acústico con vientos de poso mariachi y detalles de pedal steel que envuelven una letra de un exotismo folletinesco («Mr. Gringo, my father he ain’t no Che Guevara/And he’s fighting the war in the streets of Masaya»: Ahí queda eso)

 «Where The Boys Go» da la impresión de ser un intento por parte de la banda de crear su himno cockney, de barrio, de working class heroes, con un Jagger narrando en primera persona unas realidades que no podían resultarle más distantes («Saturday morning and you see me down the pub»). En el plano estrictamente musical, un rock and roll -pretendidamente- tosco, de hechuras cuasi hooligans, con unos sorprendentes coros femeninos en el tramo final. Bajada de revoluciones en «Down In The Hole», tema de costuras blueseras y potente despliegue guitarrero que recuerda, aún vagamente, la paleta de sonidos de la que se valían una década atrás.

 No cabe duda de que es el tema homónimo el que más sorprendente puede resultar de cuántos componen el redondo, con Jagger valiéndose en la primera mitad del mismo de un sorprendente falsetto, para volver a su registro habitual hacia el tramo final de esta andanada disco, con brillo de bola de espejos y olor a pista de baile de amanecida.

 Y llega el turno de la polémica. Esto es, «She’s So Cold». Rock and roll cocinado a fuego lento, repleto de lascivia contenida y, cómo no, editado bajo la firma Jagger/Richards; lo llamativo del caso es que apenas unos meses antes de la edición de «Emotional Rescue» se puso a la venta el debut del rockero estadounidense Willie Nile, que contenía un corte de idéntico título. Hasta aquí, nada realmente relevante, una simple casualidad de tipo nominal que queda desmentida al pinchar ambos temas y comprobar cómo The Rolling Stones se han fijado en algo más que el título de Nile, particularmente en la figura del comienzo y el estribillo, ralentizándolos, eso sí. Eso, sumado al hecho de que la banda ultimó la preparación del disco en Nueva York, dónde el lanzamiento de Nile obtuvo cierta resonancia, sólo puede llevarnos a una conclusión. Sin embargo, la cosa nunca fue a mayores gracias a la cautela del neoyorquino (¿Un songwriter prácticamente desconocido querellándose contra sus Satánicas Majestades?). Lo irónico del caso es que el «She’s So Cold» primigeneo, el de Willie Nile, suena mucho más poderoso (y stoniano) que la versión a medio gas perpetrada por las huestes de Jagger.

 Clausurando el disco, «All About You». Como casi todo a lo que le ha puesto voz Keith Richards, rezuma savoir faire y sensibilidad a flor de piel, precediendo en cierto modo lo que podríamos encontrar en sus lanzamientos en solitario. Despechada misiva a un Jagger con el que las cosas irían de mal en peor («Well if you call this a life/Why must I spend mine with you?/If the show must go on/Let it go on without you» o, más explicitamente: «So sick and tired/Of hanging around with jerks like you») Pone un punto y final dulce y sosegado a una obra que, pese a su fama, es más que disfrutable.

 Diversas son las conclusiones que se pueden extraer de la escucha de «Emotional Rescue». Por un lado, estamos ante un claro perfil medio, ensamblado a partir de retales de su obra anterior y qué, pese a semejante condición, mantiene sorpresivamente el tipo. Es más, a título personal sólo me sobra la inicial «Dance (Pt.1) y «She’s So Cold». Resulta cuánto menos curiosa, por otra parte, la fama de album disco que arrastra, cuándo solo dos de sus diez canciones podrían encuadrarse bajo esa etiqueta, mientras que lo que abunda a las claras son los sonidos de raíz rockandrollera en su concepción más básica. Dicho esto, resulta evidente que lo nuevo de los stones lo tenía díficil para cosechar nuevos adeptos en un año que vivió la edición de obras capitales cómo «Back In Black», «The River», «British Steel», «London Calling» o «Ace Of Spades»; Pero el paso del tiempo lo asienta todo, lo que nos permite poder calibrar en su justa medida éstas obras (llámalas de culto o menores) que se vieron sobrepasadas en su momento por el devenir de los acontecimientos y los movimientos de una vanguardia de la que habían dejado de formar parte. Visto bajo esa luz, «Emotional Rescue» puede verse como un buen trabajo, absolutamente falto de pretensiones y notable por momentos.

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1980, 80's, Burning, Discos, Música, Rock and Roll

Burning – "Bulevar"

 Ellos decían que los domingos no se hicieron para bailar, y, paradójicamente, es el día del señor el que suelo consagrar, más o menos involuntariamente, a escuchar y reencontrarme con el legado de los madrileños, tan inasequible al paso del tiempo cómo pleno de vigencia y actitud.

 Burning fueron mucho. No se me ocurre ninguna otra banda de por aquí surgida en el ’74 que aúnase con tanta maestría las enseñanzas de Chuck Berry, The Rolling Stones, Lou Reed, Faces, T-Rex o los New York Dolls. Algunos dirán que sí, que lo que yo quiera, pero que los de la Elipa, a fin de cuentas, debutaron en largo allá por el ’78, a tiro de piedra de que el Rollo  terminase de estallar y hacer acto de presencia. Nada más lejos: Existen demostraciones de poder de la banda efectuadas en plena dictadura, más concretamente, esos dos pildorazos de Glam Rock crudo, patillero y sin domesticar en formato single titulados «I’m Burning» y «Like A Shot».

 A «Bulevar», última pieza de la imprescindible trilogía inicial de la banda (un must para cualquiera que se diga aficionado al Rock) le toca cargar con el sambenito de ser su disco más Pop y enfocado a los cánones sónicos que primaban en el Madrid de La Movida. Lo cual es cierto, aunque sólo en parte. Efectivamente, si comparamos la producción de «Bulevar» con la de su inmediato antecesor, «El Final De La Década» es inevitable observar que sí, que el R’n’R seguía fluyendo por sus surcos, pero tamizado por un tratamiento eminentemente más Pop, más 80’s del sonido. Ahora bien, de ahí a afirmar, cómo claman algunos, que es «Su disco new wave» media un abismo. Burning, para la ocasión, mudaban la piel, que no el espíritu.

 La manera escogida de abrir el disco no podía ser más reveladora, un «Es Especial» que no era otra cosa que el «Give Him A Great Big Kiss» de las Shangri-Las que, aquí viene la enjundia, fue versionado por los New York Dolls bajo el escueto título de «Great Big Kiss». La versión a la que pone voz Toño se queda entre la chulería, aquí bañada de desazón, del grupo de Johnny Thunders y el almíbar, cosas de la producción, del conjunto vocal capitaneado por Mary Weiss. «Tu Eres Mi Amor» continúa la senda de temas chulescos, callejeros y guitarreros en los que tan bien se desenvolvía la banda, con un uso de los coros que remite, irremisiblemente y una vez más, a las muñecas de Nueva York. «Ja,Ja,Ja», un corte de costuras glammys y vacilonas y apartado lírico con pretensión irónica que, visto hoy, resulta cuánto menos entrañable ( «quién sabe que puede ocurrir/si el Rayo hoy vence al Madrid») cuándo no directa y deliciosamente desfasado («Dicen que hay un muro en Berlín/y nadie quiere irlo a destruir») En el plano estrictamente musical, un tema muy en la línea de los primeros KISS.

Mención especial merece «Es Decisión», primera ocasión en la que Pepe Risi se pone frente al micro y clásico impepinable de la banda. Una grandiosa canción preñada de melancolía, nocturnidad y estampas evocadoras que encajaba como anillo al dedo en la idiosincracia melancólica y maldita del malogrado guitarrista (¿Nuestro Keith Richards/Johnny Thunders?) Irónicamente, lo que aquí hacía a título eventual terminaría siendo la norma, ya que tras la marcha de Toño se convertiría en el cantante de Burning.

 «Quiero Ser Un Robot» es puro Toño: La abulia, la dejadez existencial que transmite la letra en contraste con su voz,tan sensual y chulesca como triste. Sensaciones y sentimientos que quizás encuentren su máxima expresión en la que es la a todas luces cima -objetiva- del disco, «No Es Extraño Que Estés Loca Por Mí». Tras la chulería confianzuda del título y la ya mítica intro de piano de Johnny Cifuentes se esconde uno de los temas más poderosos de la banda, tanto en lo musical (poderosísimo riff) como en lo lírico, desgranado los primeros y titubeantes pasos de una relación casual, las subidas y las bajadas, balanceándose de lo abstracto a lo explícito sin despeinarse.

 Tras semejante demostración de poder, es normal que la cincuentera «Baila Mientras Puedas» sepa más bien a poco, lo que no quita que sea un tema divertido, amén de lo inédito de ver a los Burning nadando en aguas Rockabillys. «Día De Lluvia» como supongo se intuye por el título, es lo más cercano a una balada que vas a encontrar en éste álbum, un tema melancólico, con sabor a cicatrices sin curar. Para cerrar, «Escríbelo Con Sangre», suerte de murder ballad castiza, atmosférica y generosa en guitarras que pone punto y final a este clásico indiscutible del Rock and Roll patrio.

Burning, ya lo apuntábamos más arriba, fueron pioneros en muchas cosas, para lo bueno y para lo malo. Y si su manera de entender el género y reivindicar según qué influencias fue pionera en la historia del Rock and Roll de este país, no lo fue menos el malditismo que jalona su biografia, sembrada de episodios de drogadicción, sordidez, muertes y, en definitiva, la cara oscura y en ocasiones inevitable que ha acompañado al devenir de nuestra música. Burning fueron mucho. Burning son mucho.

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1980, 80's, Discos, Garage, Hard Rock, Música

Roky Erickson & The Aliens – "I Think Of Demons"

Corría el año 1979 y un tipo de Tejas, Roger Kynard Erickson, había recorrido, qué duda cabe, un largo y tortuoso camino para llegar hasta ese punto. Tras su paso por los fundacionales 13th Floor Elevators, piedra de toque en lo que fusión de  Garage y Psicodelia se refiere, nuestro hombre vivió su particular via crucis por los abismos de la locura, agravados por sus años de consumo descontrolado de ácido en una banda sobre la que siempre sobrevoló el espectro del caos y la sordidez. A su biografía me remito.

Años de confinamiento en un psiquiátrico, ejerciendo de carne de electroshock y compartiendo alojamiento con verdaderos psicópatas (algunos fans de su antigua banda, según cuenta) Lo más razonable era dar por perdido a Roky como artista, alguien al que la medicación reduciría su creatividad al mínimo y que tras salir de su reclusión consumiría sus días viviendo de una paga del estado, manteniendo el fantasma de la esquizofrenia a buen recaudo a base de barbitúricos.

Afortunadamente, y en ocasiones, las previsiones en apariencia más obvias pueden verse desmentidas por el desarrollo de los hechos. Al poco de recobrar la libertad, Roky pasó de seguir medicación alguna, lo que si bien le llevó a protagonizar más de una excentricidad al cabo de los años, también le permitió pleno acceso a sus musas, a reclutar una banda que le procurase sólido respaldo y, en fin, a editar un debut en solitario que afianzase su posición en el mundo de la música, más allá de la de viejo icono de una banda de culto de los lejanos 60’s.

Concebido en principio como una suerte de álbum conceptual inspirado por el cine de terror, lo cierto es que «I Think Of Demons» termina revelándose, no sé si involuntariamente, sabedores de los avatares vitales de su protagonista, cómo algo más profundo, poseedor de una entidad propia y un espíritu perfectamente reconocibles.

Lo primero que sorprende al ponerlo a rodar es que poco o nada queda de las texturas lisérgicas con las que tan afanosamente trabajó en los Elevators. Sigue habiendo un innegable poso psicodélico, ciertamente sutil, pero el disco suena en su mayoría a Hard Rock aliñado de inmediatez y riffs incontestables, con duelos de guitarras y potentes solos. «Two Headed Dog», que con el tiempo sería uno de sus himnos de siempre, es la encargada de mostrarnos este nuevo giro sónico a seguir. También de lo que será una tendencia de buena parte de su cancionero: El minimalismo lírico, basando la canción en la repetición de un par de versos y confiándolo todo a la pasión interpretativa.

«I Think Of Demons» es otra de las cimas del álbum, un corte de adictivo riff y con un poso melódico nada desdeñable, que se ve seguida por otro anthem del calibre de «I Walked With A Zombie», canción de marcadas costuras baladísticas fifties que evidencia que la abundante retórica sobre zombies, demonios, vampiros y demás fauna de ultratumba no puede enmascarar el corazón rocker de Erickson, el fan irredento de Buddy Holly que, en los shows de aquellos años versionaba temas de Phil Spector.

«Don’t Shake Me Lucifer» suena completamente a los Rolling Stones de Mick Taylor, siendo francamente fácil imaginar al Jagger de los primeros 70’s poniéndole voz, un brioso Rock And Roll que para nada hubiese desentonado en el «Exile…» «Night Of The Vampire» baja las revoluciones, un medio tiempo de aura ominosa que da paso a par de temas en la pura tradición del Hard Rock crudo y no exento de cierta melancolía en el que abunda el disco, «Bloody Hammer» y «White Faces». Las épicas y guitarreras «Cold Night For The Alligators» y «Creature With The Atom Brain» preceden a «Mine Mine Mind» exponente de mi Roky Erickson predilecto, a saber: El fino creador capaz de conjugar riffs rocosos, melodías perfectas y ambientes místicos sin despeinarse un pelo de la barba.

«Stand For The Fire Demon» sigue la senda de cortes previos como, verbigracia, «Night Of The Vampire», una suerte de letanía tortuosa, densa y eléctrica que anticipa la grand finale con «The Wind And More», inamovible en los sets de sus shows, y, en este caso felicitémonos por ello, poseedora de todos los clichés, musicales y estéticos que le presuponemos al de Austin.

Como era casi de esperar, la repercusión de «I Think Of Demons» fue, siendo generosos, modesta (¿Un naúfrago de la era del ácido colándose en los charts la era de la MTV, los sintetizadores y el arena rock? Siéntate y espera) Pero al menos sirvió para, como se apuntaba más arriba, apuntalar a nuestro hombre en el negocio y renovar su fe en la música, granjeándole de paso un reducto de fieles seguidores y dando el pistoletazo de salida a una singladura abundante en buenos trabajos, cuyas muestras se extienden hasta prácticamente nuestros días. En fin,y haciéndome eco del grito de guerra de sus valedores sólo me resta deciros eso de: Don’t Knock The Rock!

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